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Siempre me atrajo la cultura japonesa. De pequeño mi padre me apuntó a Judo, no solo por creer que aprendería autodefensa, sino también para inculcarme la disciplina inherente a las artes marciales japonesas.
Cuando fui a Japón, mi idea pueril de la sociedad japonesa había cambiado, no a peor, tan solo hacia una percepción distinta. Era consciente de que la complejidad de esta sociedad no me permitiría profundizar lo suficiente para captar todos los matices, especialmente siendo yo un occidental que no se iba a sumergir por completo en su modo de vida. Por este motivo, aceptando todas estas limitaciones, y con el respeto máximo sin pretender juzgar, sino tan solo con la intención de conocer mejor esta fascinante sociedad, me asomé a las calles de Tokyo a través de mi cámara.
Durante mi estancia en este increíble país, me sentí muy bien tratado. En mi opinión, los japoneses son respetuosos, educados, limpios y agradables.
De todos los temas, hay uno que me atraía por encima de los demás: la dualidad tatemae-honne.
El concepto tatemae (建前, “construido en frente”) describe el comportamiento y opiniones que una persona muestra en público.
En contraste con esto, la palabra “hon’ne”(本音, “verdadero sonido”) indica los verdaderos deseos y sentimientos de la persona.
En muchos casos el tatemae conduce a emplear “no verdades” para no perturbar el “wa”(armonía social), que es uno de los pilares fundamentales de la sociedad japonesa.
Esta serie de fotos fue tomada en Septiembre de 2017 en Tokyo.
He empleado siluetas para sugerir el lado oscuro de cada persona y reflejos e imágenes vistas a través de cristales para subrayar la dualidad entre los conceptos antes descritos. Los ciudadanos se encuentran en todo momento bajo la mirada vigilante de la ciudad sin fin, con su arquitectura grandiosa, sin parar de crecer, constituyendo en sí misma, una metáfora de la sociedad que anula la individualidad.