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Carmen me hizo la pregunta. Su voz y la fría brisa del fiordo me rescataron de mis pensamientos. Yo era plenamente consciente de que el motivo principal por el que estaba en Groenlandia era huir de mí mismo, o tal vez intentar encontrarme. Era 2014 y mi vida se encontraba en un punto de inflexión, de forma que le dije que estaba allí buscando preguntas y tal vez algunas respuestas. Inmediatamente sonrió y me dijo: “Groenlandia siempre da una respuesta a quienes tienen una pregunta. Ya lo verás.”
Y así empezó mi camino a través de los hielos que flotan, el frío del aire cuando el sol se pone, la magia de las luces de la noche, las orillas salpicadas de casas de colores y el calor de pertenecer a un clan.
Hoy, años después de aquel viaje que rompió mi zona de confort , sé que encontré respuestas. Ahora puedo ver con claridad que las citas Inuit que leí en la pared mientras disfrutaba un café en mi último día en Narsaq, estaban repletas de significado.
“Piumasatit tamatigut pinavianngilatit, sulissutigisatilli piumaarujatit…”
(“Disfruta este momento porque este momento es tu vida”)
“Iluananrneq nalaatsortumik pineq ajorpog, ilungersorluni, qasusuisaarluni, ilinniarluni, misissuilluni, pilliuteqarluni annermilu suliannik nuannarinnilluarnikkut aatsaat pisarpoq. Itinerusumik asannisigit. Qanilaarnerusumik ogalugit. Pilertornerusumik isumakkeerfiginngit, Ulloa sunaluunniit inuuninni ullutut kingullerpaatut isigisaruk…”
(“Espero que leas buenos libros, y que beses a alguien que piensa que eres maravilloso, y que no olvides crear algo de arte, escribir o dibujar o construir o cantar o vivir como sólo tú puedes. Y espero que, en algún momento del próximo año, te sorprendas a ti mismo…”)
Este texto es un extracto del relato que escribí hace cuatro años. Si te apetece puedes leerlo aquí.